martes, 10 de junio de 2008

Tomar partido

La presidenta Cristina Kirchner lanza ayer en conferencia de prensa y por primera vez utilizando la cadena nacional un mensaje que es hoy discutido por todos los sectores sociales, y tendrá consecuencias en las próximas semanas. Se trata del "Programa Social de Redistribución del Ingreso" que plantea la utilización de los recursos excedentes de la recaudación fiscal producto de las retenciones a los productores de soja (aquello que supere el 35%, que corresponde a la reforma aplicada por este gobierno, disparadora de las feroces medidas de fuerza que impulsaron los productores mejor rentados).
Como si ya fuera poco aguantar la política de polarización establecida como línea por el gobierno nacional, donde se plantea que es “o con nosotros o con la oligarquía”, también hubo que soportar a Luciano Miguenz, titular de la SRA, decir que ésta “siempre se preocupó por los pobres”.
Más allá de la indignación que produce semejante afirmación, conviene revisar la política del gobierno a la hora de pensar qué hacer frente a unos como a otros, dónde posicionarse políticamente, ya que no se trata, efectivamente, de ser espectadores.
Con esta idea de que “no se puede ser espectador” sino que hay que tomar partido, intentan obligar y llevan a las patadas a las fuerzas políticas y sociales a sentar posición. Pero el planteo de tomar partido en sí, no es incorrecto. Lo problemático es discernir si hay partidos con proyectos políticos diferentes. O dicho de otra forma si uno es el partido de “la oligarquía” y otro el del “gobierno nacional y popular”.
Sin embargo, para exista tal cosa, es decir, diferencia de proyectos políticos, deberíamos encontrar algún correlato en la realidad. Entonces, nos ponemos a revisar el modelo agrario del país para encontrar diferencias sustanciales del proyecto “del campo” y el del gobierno. No, no. Parece que no, no hay diferencias sustanciales. Ambos plantean continuar con el dólar alto para sostener el precio de las exportaciones. Ambos se ven beneficiados puesto que para uno es ingreso vía fiscal y para otro es renta fenomenal. Ninguno plantea ninguna crítica al método de siembra directa del virtual monocultivo que hipoteca la capacidad productiva de la tierra. No, no. Ninguno planteó el problema de la redistribución de la tierra. A los productores grandes no parece molestarle el arrendamiento a las empresas transnacionales y el gobierno nacional no planteó en ningún momento incomodidad alguna por que las miles de hectáreas del campo argentino estén concentradas en unos cientos de productores y gran parte de ella en manos extranjeras. No, parece que no, no hay diferencias visibles.
¿Y cuáles son los diferentes partidos entonces? ¿Por qué tengo que elegir entre “el campo” que representa “la oligarquía” o “el gobierno” que vendría a representar “lo nacional y popular” si ambos comparten un mismo proyecto agrario excluyente? Excluyente porque es éste modelo que expulsó a casi 200 mil pequeños y medianos productores en los últimos quince años poblando las villas miseria de los conurbanos de las ciudades centrales. Excluyente porque no pregunta ni informa a nuestra sociedad sobre qué producir. Excluyente porque ya no se habla de soberanía alimentaria sino de renta agraria como único elemento de análisis para decidir qué se hace con la tierra.
La única diferencia que sostuvo este conflicto, la única sobre la cual se discutió, fue sobre la ganancia de los empresarios del campo. Porque la discusión no fue por problemas de producción, o porque el modelo agrario da pérdida, sino por que el Estado tomaba un poco más de esa renta agraria. Es decir, no soportaban que el gobierno –quien viene garantizando, por otro lado, lo beneficios de este sector- haga uso de sus facultades constitucionales y retenga parte de una ganancia extraordinaria para las arcas estatales.
La avaricia, voracidad y violencia de clase de los dueños de la tierra los llevó a un capricho de tres meses que cuesta un periodo de leve recesión (aunque no se diga), el encarecimiento de los alimentos y servicios que afecta a los que menos recursos tienen, mientras que ellos van a vender todo lo producido en estos tres meses al mejor precio, cuando menos les cobren y más les paguen. Hijos de puta.

Pequeños y medianos

Un sentimiento de decepción comenzará a recorrer los cuerpos de los productores bienintencionados que estuvieron a la vera de las rutas creyendo que el reclamo al cual le ponían el cuerpo realmente era para defender a “el campo”. ¿Qué cambia para ellos? Sólo les queda el saldo de una experiencia donde fueron detrás de sus principales oponentes. ¿Por qué un peón de campo debería apoyar a Luciano Miguenz a obtener mayor ganancia? ¿Afecta eso su salario?
Lo cierto es que la posición que tomaron los perjudicados “del campo” se vió reflejada en la del Movimiento Nacional Campesino, que salió cuestionar a la Sociedad Rural, por un lado, y a poner en cuestión que la discusión no puede ser en torno a la ganancia de los productores más potentados del sector, sino del modelo agrario que esta sociedad de principio de siglo XXI requiere para un desarrollo sustentable.
Sobre el rol de la Federación Agraria Argentina quedan varias preguntas. ¿Es la FFA representativa de los pequeños y medanos productores o de los sectores menos beneficiados por este modelo? Si es así, por qué no cuestiona este modelo sino las retenciones. ¿O será que la composición social actual hegemónica de la FFA comparte, no ya intereses ideológicos con otras cámaras como la SRA, sino simple y puramente los mismos negocios con ellos y esto es lo que hace que más allá de la perspectiva y el discurso histórico de al FFA hoy se los lleve puestos esa realidad y terminan por compartir necesidades con el bloque rural capitalista?
Si es así, no se busque en la FFA un espacio de referenciación política hoy por hoy para pensar en un modelo agrario diferenciado o dese una disputa con los sectores de la FAA que estén dispuestos a discutir otro modelo.

La redistribución del ingreso –excedente- como último recurso

Otra cuestión que fue utilizada como recurso discursivo por el gobierno nacional fue que las retenciones son una herramienta de redistribución del ingreso. Sin embargo, y como bien plantea Mario Wainfield en su columna del martes 10, “se había hablado de la redistribución del ingreso como norte de la nueva medida fiscal pero esa alegación, huérfana de precisiones, perdía credibilidad y hasta audibilidad, quedando reducida a un slogan.”
Lo que no se dijo, sin embargo, es que el uso de lo recaudado en las retenciones es utilizado por el gobierno nacional en su plan de seducción hacia el Club de París y otros organismos de presión y de crédito de las multinacionales y no para que ello sea utilizado para saldar la deuda externa que deja a un país con algo menos de la mitad de su población bajo la línea de pobreza.
En este sentido, y siempre dejando en claro que el proyecto anunciado de construcción de escuelas y hospitales es sobre el excedente de las retenciones, y nunca jamás el gobierno nacional planteó las un plan de lucha contra la pobreza integral, sino que este anuncio es un último recurso político del gobierno nacional en función de que el nivel de retenciones no bajen. ¿Quién va a decir públicamente que está en desacuerdo con la construcción de hospitales? Este recurso es una manera de poner punto final al conflicto, sin tocar el modelo agrario y sin perder la facultad del Estado de ejercer retenciones, necesarias en el modelo del gobierno para sostener su esquema.
Por otro lado, el problema de la Deuda muestra una vez más su vigencia, y su influencia en detrimento de los sectores más empobrecidos que ven postergadas sus necesidades por una política de pago puntual por parte del gobierno nacional.

Los límites de lo tolerable

Respecto de la medida tomada por el gobierno nacional, caracterizada precozmente como de redistribución del ingreso, Pasquín Durán dice en su columna del mismo día en Página 12 que “el compromiso, al traspasar los límites de la pura retórica, otorga a la sociedad el derecho a reclamar nuevas medidas en la misma dirección y vincula las políticas públicas con un contenido que requerirá ciertos grados de coherencia y continuidad en el futuro(…) Los que adjudican la decisión anunciada una mera vía de escape, ingeniosa pero de corte alcance, para salir del pleito rural y de sus consecuencias dañinas, dejan de lado la dinámica social, la voluntad de la ciudadanía de reclamar por los intereses colectivos, para otorgarle al Gobierno poderes absolutos y únicos, como si nada pudiera suceder si no es por iniciativa o voluntad del máximo nivel institucional.”
Sin embargo, esta posición que se presenta como “dinámica” o parecería corresponder a una reflexión dialéctica sobre la fotografía política actual, olvida que afirmar que “la sociedad” –de la cual conviene decir más precisamente las organizaciones sociales y políticas que luchan por una mirada social del ingreso- posee la “voluntad de reclamar por los intereses colectivos” debe tener su contraparte analítica en la también afirmación de que la hegemonía del actual gobierno no está ni cerca depositada sobre los sectores populares, y que no hay mayor capacidad de disputa que la que hay hasta ahora; es decir, aquella que ah desarrollado una red de asistencia social gigantesca –administrado por organizaciones sociales de mejor o peor forma- pero no hacia un proyecto nacional que plantee la redistribución de la riqueza que, objetiva y necesariamente, toque los intereses de quienes concentran riquezas.
Lo tolerable -para el poder económico-, es este plan mínimo de aportes a la salud y a la educación que llega tarde y es insuficiente, como señalan desde la Central de Trabajadores Argentinos. No hay un plan de redistribución del ingreso, sencillamente porque eso estaría hablando de otro partido distinto del actual que es compartido por los sectores coyunturalmente enfrentados: los jefes del movimiento campestre y el gobierno nacional.

Debates retrasados

Ahora bien, si no hay dos partidos entre “el campo” y el gobierno puesto que como vimos comparten el mismo proyecto ¿cómo posicionarse? ¿Qué partido tomar?
Este es el mayor interrogante que debe tomar el campo popular para no dejarse llevar arrastrado, para que nos lleve puestos como lo hizo, las diferencias sobre la renta en el marco de un mismo proyecto latifundista como lo hizo en estos últimos tres meses.
Es el debate sobre la construcción de una alternativa política que contenga a todos los sectores agredidos por el sistema, algunos de los cuales aun sostienen la tesis de “un gobierno en disputa” que día a día los excluye más. Es retomar las discusiones comenzadas en el desarticulado Espacio de Rosario, que hoy parece comenzar a encarnar la Constituyente Social.
No se puede disputar un proyecto cuya hegemonía ha sido claramente construida ya por los De Vido, Fernandez y compañía. Por los acuerdos con las empresas transnacionales, por el Club de París, plasmados en las renegociaciones de los contratos que se otorgaron a las más grandes empresas que fueron parte del modelo de los 90 y que hacen que éste sobreviva en lo económico.
El aprendizaje es apostar a los debates que le sirvan al campo popular para aportar a la efectiva redistribución de la riqueza, plantear una vez más la necesidad de la alternativa política que pueda llevar a cabo las reformas estructurales de este modelo excluyente, y que nunca más nos lleven a las patadas a la discusión de si los dueños del campo ganan un poquito más o un poquito menos, pero que en definitiva, no afecta ni cuestiona el modelo que los sostiene y empobrece a otros millones.
No ser espectadores significa eso: ser capaces de construir nuestros propios debates y proyectos; no de elegir entre el enemigo menos peor.

Fuente: www.astorvitali.blogspot.com

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