viernes, 28 de agosto de 2009

El espejo de Uribe

Por Atilio A. Boron

La Cumbre de la Unasur en Bariloche tendrá que enfrentar dos gravísimos problemas que abruman a América latina: el golpe militar en Honduras y la militarización de la región como resultado de la instalación no de una sino de siete bases militares norteamericanas en Colombia.

En relación con lo primero, la Unasur deberá exigirle a Barack Obama coherencia con sus propias declaraciones a favor de una nueva era en las relaciones interamericanas. Como lo hemos reiterado en numerosas oportunidades, este golpe es un globo de ensayo para testear las respuestas de los pueblos y los gobiernos de la región. Y si tiene lugar en Honduras es precisamente porque fue ese el país más meticulosamente sometido a la influencia ideológica y política estadounidense.

Fracasada la negociación de la OEA, Washington procedió a suspender la emisión de visas para los ciudadanos de Honduras. Medida tibia, muy tibia, pero síntoma de que está tomando nota del clima imperante en la región. Pero Obama debe hacer mucho más, y dejar de lado el falaz argumento que expresara hace unos pocos días cuando se refirió a la contradicción en que incurrirían los críticos del imperialismo al exigirle ahora que intervenga en Honduras. “Es irónico –dijo en esa ocasión– que algunos de los que han criticado la injerencia de Estados Unidos en América latina se quejen ahora de que no está interfiriendo lo suficiente.”

Sabemos que Obama no está demasiado informado de lo que hacen sus subordinados civiles o militares, ni hablar de los servicios de inteligencia. Pero debería saber, por ser tan elemental, que Estados Unidos viene interviniendo en Honduras desde 1903, año en que primera vez los marines desembarcaron en ese país para proteger los intereses norteamericanos en un momento de crisis política. En 1907, en ocasión de la guerra entre Honduras y Nicaragua, tropas estadounidenses se estacionaron durante unos tres meses en las ciudades de Trujillo, Ceiba, Puerto Cortés, San Pedro Sula, Laguna y Choloma. En 1911 y 1912 se reiterarían las invasiones, en este último caso para impedir la expropiación de un ferrocarril. En 1919, 1924 y 1925 fuerzas del imperio volverían a invadir Honduras, siempre con el pretexto de salvaguardar la vida y la propiedad de ciudadanos norteamericanos. Pero la gran invasión ocurriría en 1983, cuando bajo la dirección de un personaje siniestro, el embajador John Negroponte, se establecería la gran base de operaciones desde la cual se lanzó la ofensiva reaccionaria en contra del sandinismo gobernante y la guerrilla salvadoreña del Frente Farabundo Martí.

Obama no puede ignorar estos nefastos antecedentes y, por lo tanto, debe saber que el golpe contra Zelaya sólo fue posible por la aquiescencia brindada por su gobierno. Lo que se le está pidiendo es que Estados Unidos deje de intervenir, que retire su apoyo a los golpistas, único sustento que los mantiene en el poder, y que de ese modo facilite el retorno de Zelaya a Tegucigalpa. La Casa Blanca dispone de muchos instrumentos económicos y financieros para disciplinar a sus compinches. Si no lo hace es porque no quiere, y los gobiernos y pueblos de América latina deberían sacar las conclusiones del caso.

En relación con el segundo problema, las bases norteamericanas en Colombia, es preciso decir lo siguiente. Primero, que el imperio no tiene diseminadas 872 bases y misiones militares a lo ancho y largo del planeta para que sus tropas experimenten las delicias del multiculturalismo o de la vida al aire libre. Si las tiene, a un costo gigantesco, es porque tal como lo ha dicho Noam Chomsky, son el principal instrumento de un plan de dominación mundial sólo comparable al que en los años treinta alucinara a Adolf Hitler. Pensar que esas tropas y esos armamentos se desplegarán en América latina para otra cosa que no sea asegurar el control territorial y político de una región que los expertos consideran como la más rica del planeta por sus recursos naturales constituye una imperdonable estupidez. Esas bases son la avanzada de una agresión militar, que puede no consumarse hoy o mañana, pero que seguramente tendrá lugar cuando el imperialismo lo considere conveniente. Por eso la Unasur debe rechazar enérgicamente su presencia y exigir la suspensión del proceso de instalación de las bases. Y, además, aclarar que éste no es un “asunto interno” de Colombia: nadie en su sano juicio puede invocar los derechos soberanos de un país para justificar la instalación en su territorio de fuerzas militares que sólo podrán traer destrucción a sus vecinos. Cuando en los años treinta Hitler rearmó Alemania, los Estados Unidos y sus aliados pusieron el grito en el cielo, sabedores de que el paso siguiente sería la guerra. No se equivocaron. ¿Por qué ahora sería diferente?

Segundo: mientras Uribe sea presidente de Colombia no habrá solución a este problema. El sabe, como todo el mundo, que Estados Unidos ha venido confeccionando un prontuario en donde se lo califica de narcotraficante y de cómplice de los crímenes de los paramilitares. En 2004, el Archivo Federal de Seguridad de Estados Unidos dio a conocer un documento producido en 1991 en el que se acusa al por entonces senador Alvaro Uribe Vélez de ser uno de los principales narcotraficantes de Colombia, referenciado como el hombre número 82 en un listado, cuyo puesto 79 ocupaba Pablo Escobar Gaviria, capo del cartel de Medellín. El informe, que puede leerse en http://www.gwu.edu/%7Ensarchiv/NSAEBB/NSAEBB131/dia910923.pdf, asegura que el hoy presidente colombiano “se dedicó a colaborar con el cartel de Medellín en los más altos niveles del gobierno. Uribe estaba vinculado a un negocio involucrado en el tráfico de narcóticos en Estados Unidos. Su padre fue asesinado en Colombia por su conexión con los narcos. Uribe trabajó para el cartel de Medellín y es un estrecho amigo personal de Pablo Escobar Gaviria ...(y) fue uno de los políticos que desde el Senado atacó toda forma de tratado de extradición”.

Por lo tanto, Uribe no tiene ningún margen de autonomía para oponerse a cualquier pedido que provenga de Washington. Su misión es ser el caballo de Troya del imperio y sabe que si se resiste a tan ignominiosa tarea su suerte no será distinta de la que corrió otro personaje de la política latinoamericana, presidente también él: Manuel Noriega, quien una vez cumplida con la misión que la Casa Blanca le asignara fue arrestado en 1989, luego de una cruenta invasión norteamericana a Panamá, y condenado a 40 años de prisión por sus vinculaciones con el cartel de Medellín. Cuando Noriega dejó de ser funcional a los intereses del imperio, pasó velozmente y sin escalas de presidente a prisionero en una celda de máxima seguridad en los Estados Unidos. Ese es el espejo en que día y noche se mira Uribe, y eso explica su permanente crispación, sus mentiras y su desesperación por volver a ser elegido como presidente de Colombia, convirtiendo ese entrañable país sudamericano en un protectorado norteamericano, y a él mismo en una suerte de procónsul del imperio, dispuesto a enlutar a todo un continente con tal de no correr la misma suerte que su colega panameño.

* Politólogo.

Extraido de "Pagina 12" Leer más...

domingo, 23 de agosto de 2009

Celebramos la condena a Riveros y todos los enjuiciados por la causa Avellaneda…


Un compañero, al que estimamos y respetamos mucho nos preguntó qué celebramos en el juicio Avellaneda, dadas las carencias de la sentencia, el modo en que fueron revictimizados los testigos durante el juicio y lo mucho que queda de la impunidad en general y en lo concerniente al Centro Clandestino de Campo de Mayo, en particular.

Así pues, pensando en él, es que ensayamos estas líneas para ser leídas en este acto.

En primer lugar celebramos la credibilidad de la familia Avellaneda, de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre y del Partido Comunista.

Así, unidos los tres, como unidos sufrimos los golpes de la dictadura y resistimos en las condiciones y con los saberes que teníamos entonces, como se resiste siempre, como pudimos y como supimos, el secuestro de Iris y la muerte de Floreal.

Celebramos porque la credibilidad no se gana en un segundo.

Cuando uno mantiene la palabra y actúa en correspondencia a ella, es visualizado como alguien coherente, pero cuando mantiene esa coherencia por treinta y tres años, construye credibilidad[2].

Y nosotros nos ganamos el derecho a ser creíbles, al menos en el caso Avellaneda, porque sostuvimos la denuncia en todas las circunstancias políticas nacionales e internacionales, en todos los momentos del debate de los organismos de los derechos humanos y de las fuerzas políticas de izquierda, antes, durante y después de la caída del Muro de Berlín.

Siempre dijimos que a Floreal lo secuestró un grupo de tareas, que pasó por la comisaría de Villa Martelli y por el Centro Clandestino de Campo de Mayo, que un policía de nombre Aneto y apodo Rolo participó en los hechos y que la orden de todo la había dado el General Riveros.

Y todo eso fue dado por cierto por el Tribunal Oral en su fallo, más allá de las calificaciones penales sobre los responsables que no cubren nuestras expectativas y en muchos casos son contradictorias con la propia lógica del fallo, pero eso es harina de otro costal.

La Justicia ha fallado que Iris tenía razón, que lo dijo está probado y es verdad y como dice Foucault “el derecho genera verdad” al menos en lo que Gramsci llamaba el “sentido común”[3] que es el más extendido de los saberes.

O dicho de otro modo, ahora somos tan coherentes y creíbles como siempre pero hay una parte mayor de la sociedad que nos cree.

Esta es una batalla ganada contra quienes querían mantener el Juicio por Floreal entre cuatro paredes y sólo para los especialistas del derecho. Por nuestra testarudez y convicciones, por la decisión de algunos comunicadores, y ahora quiero nombrar a Adriana Meyer de Pagina 12 y a Paloma García del Canal Público, el juicio rompió los límites del Tribunal Oral de San Martín y llegó a miles y miles de argentinos que supieron del Negrito, de Riveros y de nosotros.

Y tengan seguro que nuestra credibilidad, está mayor credibilidad ganada en el Juicio, estará al servicio de la lucha contra todas las impunidades de ayer y de hoy.

En segundo lugar celebramos el crecimiento de nuestra fuerza en esta larga lucha.

Crecimos porque una noche de domingo, en la vigilia previa al inicio del Juicio, el Negrito decidió volverse con nosotros y volver a caminar con su familia y con la FEDE a la que él tanto amaba. Porque decidió que ya era hora de caminar con su madre y su padre, con sus hermanos y sus sobrinos, con sus compañeros de la FEDE y sus abogados, con los militantes de todos los organismos de derechos humanos y de la Central de Trabajadores, con todos los que le hicieron el aguante durante el Juicio.

Y con el Negrito han venido cientos de jóvenes que se sintieron convocados a luchar por las mismas banderas y sueños que el Negrito, en otro tiempo histórico, cierto pero no menos convocante y desafiante que el de los 70.

Crecimos porque no solo podemos mostrar coherencia y credibilidad, consecuencia y trayectoria, sino porque una nueva camada de militantes se hace cargo de la larga lucha contra la impunidad. Una camada de abogados no mayores de treinta años, menores de cuarenta en todo caso, viene ocupando el lugar que antes ocuparon Julio Viaggio y Adolfo Trumper, Atilio Librandi, Beinusz Smuzcler, Alberto Pedroncini o Carlos Zamorano.

Guadalupe litigó en el juicio por Echecolatz y Von Wernich en La Plata, Melina, Sabrina, Oli y Pedro lo hicieron en el juicio por el Negrito y lo hacen cotidianamente en la Capital y San Martín, Jessica, Daniela y Leticia actuarán en el juicio contra Brusa en Santa Fe y por Quinta de Funes en Rosario, Ataliva será nuestro abogado en la causa Margarita Belén en el Chaco y así de seguido.

Son la avanzada de una generación de militantes con matricula[4] que en los próximos años constituirá, y lo digo sin jactancia, uno de los mejores equipos jurídicos para la lucha por los derechos humanos, sobre todo porque seguirán con ellos Jorge Brioso, Gerardo Etcheverry, Héctor Trajtemberg, Liliana Mazea, Carlos Zamorano y tantos que han sostenido la lucha jurídica de la Liga en estos años.

Y en tercer lugar celebramos que todos hayan sido condenados y condenados a pasar su condena en cárcel común.

¿Quién hubiera pensado en esa noche terrible de abril del 76, en que Iris oía los gritos desgarradores de Floreal, que treinta y tres años después un General de la Nación, mejor dicho, dos Generales de la Nación, que llegaron a ser Señores de la Vida y de la Muerte, Jefes del Terrorismo de Estado aquí y en América Latina, estuvieran sentados en el banquillo de acusados y condenados por el crimen de un joven militante de la FEDE de apenas quince años y casi desconocido por casi todos en aquellos años?.

No somos ingenuos ni desconocemos las carencias del fallo, que estudiaremos y apelaremos si así se considera pertinente, pero tampoco estamos tan locos para no saber que cuando ganamos ganamos y que cuando perdemos perdemos.

El día que nos desaparecieron a Julio López no tuvimos dudas en que nos habían pegado duro y donde nos duele. Todavía recuerdo que Lupe estaba en el local de la Liga cuando nos confirmaron su desaparición… Y nos sigue doliendo porque Julio sigue desaparecido y vamos para los tres años.

Y el día que le dieron perpetua a Riveros, levantamos el puño y gritamos con alegría. Como nos enseñó el Che: sentimos como propia cada derrota que nos propina el imperialismo, donde sea que fuera y celebramos como propia cada victoria contra ellos, incluso las que ganamos nosotros.

Por eso termino con algo de Benedetti que dice todo esto mejor que yo

Usted preguntará porque cantamos.
Cantamos porque el río esta sonando
y cuando suena el río suena el río
cantamos porque el cruel no tiene nombre
y en cambio tiene nombre su destino
Cantamos porque el niño y porque todo
y porque algún futuro y porque el pueblo
cantamos porque los sobrevivientes
y nuestros muertos quieren que cantemos.

Cantamos, agrego yo,
porque cuando nadie se acuerde del nombre de los Generales genocidas y mucho menos de los policías torturadores, cuando no quede ni polvo del polvo de los huesos de los asesinos todavía el Negrito será barco y será calle, será plaza y será escuela.

Y un niño, es mi sueño, correrá con los pies descalzos por las calles de una Argentina liberada con una remera sucia y gastada que tenga en su pecho el nombre del Negrito para que todos sepan que el sueño eterno de ser libres es invencible, como invencible fue la verdad que sostuvimos en este juicio.

José Ernesto Schulman


[1] Texto leído en el acto conjunto de la familia Avellaneda, la Liga Argentina por los Derechos del Hombre y el Partido Comunista en celebración de la condena a los enjuiciados por el TOF San Martín por el crimen de Floreal Avellaneda realizado el miércoles 19 de agosto

[2] Este concepto se lo debo a Alfredo Grande, con quien discutimos estos temas desde hace años

[3] Para Antonio Gramsci el “sentido común” es una categoría clave en la dominación cultural, por medio del cual las clases dominantes “naturalizan” sus concepciones logrando que las clases subalternas piensen que lo pensaron ello o que siempre fue así. Que el Derecho es justo es un pilar del sentido común burgués. Para los revolucionarios, el Derecho no es otra cosa que la voluntad del Poder hecha ley y sólo la lucha popular puede modificar tal sentido clasista de la Justicia.

[4] Termino que popularizó entre nosotros Guadalupe y hace honor a la historia del Toto Zimerman

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jueves, 20 de agosto de 2009

Abajo el Golpe en Honduras!!!









LA FEDE EN LA CALLE... Leer más...